miércoles, 16 de febrero de 2011

Raqueros




Temporales, héroes y raqueros

Los integrantes de la asociación Aunios presentan en O Grove el libro «Naufragios en las Rías Baixas»
Galicia es un país acostumbrado a los naufragios. Sólo durante el siglo XX, y sólo en las Rías Baixas, 250 barcos se fueron a pique, arrastrando con ellos las vidas de muchos de sus tripulantes. Julio Pazos ha realizado un censo de todos esos sucesos. Historias que califica como «épicas, sólo que la proximidad a veces nos impide verlas como tal». El viernes estuvo en O Grove, un pueblo marinero por excelencia, para hablar de su trabajo. Hubo un hueco para los temporales, los embarrancamientos, los héroes y los raqueros, esas personas que se dedicaban a saquear los restos de los barcos hundidos.
R. E.
O GROVE
Ocho años de investigación ha invertido Lino Pazos en la elaboración de su último libro. Un volumen en el que repasa los 250 naufragios que durante el siglo XX se han producido en las Rías Baixas. Se ha valido este autor de los periódicos para recuperar la memoria de los muertos del mar.
Pero a través de los documentos analizados, Pazos se ha acercado también «a una realidad que está ahí». Considera su trabajo casi «antropológico, porque en él se refleja la precariedad en la que la gente salía al mar. Y la pobreza en la que quedaban sumidos cuando perdían su barco y no sus vidas».
Habla en su obra de «las muchas ayudas que los emigrantes en América enviaban a Galicia para paliar las pérdidas de los peores naufrágios» y también «de las escasas ayudas que se recibían por parte de las administraciones».
Y, por supuesto, habla de héroes, como las «heroínas de Sálvora» que arriesgaron sus vidas por salvar a los tripulantes del Santa Isabel. Y recuerda a los villanos que no lo eran tanto: los raqueros, esas gentes que se dedicaban a saquear los restos de los naufragios. Y eso que «aquí no hay registrados casos de personas que engañasen a los barcos para hacerlos naufragar», señala con énfasis.
No hacía falta, dice. A principios de siglo «algunos islotes sólo estaban señalados con un barril flotante, y eso de noche no se ve». La oscuridad y los temporales hacían el resto.

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