lunes, 14 de febrero de 2011

Piratas y corsarios

Piratas y corsarios por la ría de Vigo

El profesor Pumar relata qué códigos tenían unos y otros y su actividad en el siglo XII en la ciudad olívica

  
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Portugueses y franceses aplicaban a los corsarios españoles el suplicio de la rueda, acusándoles de piratas.

Portugueses y franceses aplicaban a los corsarios españoles el suplicio de la rueda, acusándoles de piratas.  Grabado de Mary Byfield, del siglo XIX

Recientemente han sido actualidad informativa los secuestros de dos atuneros vascos por un grupo de piratas. Primero el Playa de Bakio y recientemente el Alacrana. Acciones como estas nos retrotraen a tiempos que creíamos superados, algo inconcebible que estas cosas pudieran suceder en el siglo XXI. Marineros de Cangas relatan que en sus navegaciones de hace treinta o cuarenta años visitando la costa Atlántica de África, fueron testigos de asaltos llevados a cabo contra embarcaciones, fenómeno que también se repetía en los mares de Indonesia e islas Filipinas.

JOSÉ MOREIRA PUMAR - CANGAS La exposición de este trabajo no es informar los hechos contra los dos atuneros por ser harto conocidos, sino corregir a ciertos informadores de radio y tv que en sus noticieros llegaban a identificar indistintamente los términos pirata con corsario. De ahí que trataremos de señalar las notables diferencias que hay entre ambos. 1) El corsario, frente al pirata, aparece siempre en períodos de guerra, 2) El corsario sale a navegar con permiso o Patente, bajo la bandera del gobierno que representa, 3) Únicamente ataca presas en conflicto con su país, en caso contrario puede acarrearle a su gobierno conflictos diplomáticos 4) El corsario será castigado en caso de atacar a un buque de un país neutral, 5) El navío apresado tendrá derecho a defenderse ante los tribunales y puesto en libertad si el apresamiento ha sido ilegítimo, 6) En caso de presa ilegítima dada por sentencia de tribunal, deberá indemnizársele los daños y perjuicios ocasionados, 7) Las pérdidas ocasionadas a una presa ilegítima, es decir, de país neutral, se extraen de la fianza depositada por el corsario antes de salir a navegar. La fianza se depositaba en la Comandancia Militar e iba de 4.000 a 10.000 reales (dependiendo siempre del tonelaje buque corsario, 8) El corsario tenía delimitada la zona marítima para navegar articulada en la Patente. Los corsarios de Vigo del siglo XVII, por ejemplo, podían recorrer únicamente la costa gallega, cantábrica y portuguesa. Les estaba prohibido las aguas Canarias, Islas Terceiras, Antillas y países neutrales
El pirata por el contrario, es un apátrida y sin ley, que hace del robo marítimo su profesión. Su presa es cualquier navío que se cruce en su rumbo. Con sus víctimas, puede cometer cualquier tipo de atrocidades sin tener que dar cuentas a nadie. Así se explica los buques que en alta mar aparecían a la deriva sin gente a bordo, habían tenido la desgracia de encontrarse con piratas asaltos. Después de despojar a viajeros y dotación de sus pertenencias (vestidos, dinero, joyas y víveres), se les daba muerte para que en caso de caer en manos de la justicia no hubiese testigos que delatasen sus crueldades. Recuérdese que uno de los últimos piratas del siglo XIX, el pontevedrés Benito Soto, no dejaba ningún testigo de sus asaltos, los asesinaba en cubierta o bien los ahogaba dejando que se fuesen con el barco al fondo del mar.
De ahí que los asaltantes a los buques españoles en noviembre del pasado año, fuesen claramente piratas y no corsarios. Pero diríamos que unos piratas atípicos. Salvando las distancias en el tiempo, al igual que sus antepasados que eliminaban a sus víctimas, el buque tampoco forma parte del botín, sino los enseres que portan las tripulaciones y, sobre todo, su principal objetivo: intercambiarlos por dinero contante y sonante. La diferencia entre los piratas actuales y sus colegas de antaño radica que mientras estos últimos eliminaban a sus víctimas, para los primeros constituyen su más preciado botín. De ahí que en ningún modo querrán darles muerte o hacer daño, en ello no se obtiene beneficio alguno, sólo traería pérdidas. Los podrán amedrentar, humillar y sobre todo intimidarlos con el fin de obtener los mayores beneficios, pero nunca “estropear la mercancía” porque entonces ¿dónde estarían las ganancias?
Según las Ordenanzas del Corso a los prisioneros debía dársele libertad siempre, únicamente podían ser retenidos el capitán y algún oficial para declarar en juicio, el resto de la tripulación debían ser conducidos a tierra y darles “vía libre a sus casas”, corriendo los gastos a cargo del corso.
Pero las cosas no ocurrían así de sencillas. El trato dado a los prisioneros era muy distinto según su religión y nacionalidad. Si era musulmán su destino era desgraciado: le esperaba la esclavitud. En países árabes, ocurría lo mismo si los prisioneros eran cristianos. Si el sarraceno era piloto u oficial, se les enviaba a galeras siempre y cuando se hubiese rendido sin pelear y ahorcado si había presentado batalla.


Trato benigno
El trato dado a los prisioneros europeos debe calificarse de benigno, no estaba permitida la esclavitud (al fin y al cabo eran cristianos), se les daba libertad y “pasaje franco con bastimentos con su mochila” con gastos a cargo del corso, aunque hubiesen presentado pelea. En los primeros años del XVII, se les castigaba por haberse resistido con la horca, más tarde, se suprimió este castigo, para sufrir pena de azotes.
La fórmula empleada por los corsarios europeos para deshacerse de las tripulaciones europeas o cristianas era soltarlos en un bote de reducidas dimensiones y abandonarlos en alta mar a su suerte o bien acercarse a cualquier punto de la costa si ésta estaba próxima. De esta suerte se evitaban gastos y papeleos. En ocasiones, solía pedirse rescate por el capitán, piloto u otro cualquier miembro de la tripulación que consideraran importante o con riquezas. En este sentido tenemos un claro ejemplo con el escribano de Coiro, Esteban de Villafañe. En 1658, en plena guerra con Portugal, navegaba este notario como contable en el corsario cangués “San Pedro.” Estaba capitaneado por el vecino de Moaña, Gonzalo de Saavedra (señor del Pazo del Rosal) cuando es capturado, por una escuadra corsaria holandesa aliada de Portugal. Los holandeses piden rescate por algunos miembros de su tripulación. Entre los rehenes estaba el escribano Villafañe quien se ve obligado a pedir a su cuñado Francisco de Nogueira un préstamo de 25 reales de plata de a 8 que necesitó para pagar su liberación.
En cuanto al trato dado por los portugueses a los corsarios españoles durante la guerra de emancipación (1640- 1668) fue de semiesclavitud: se les sometía al suplicio de la rueda del molino, consistía en hacerla girar sustituyendo a las caballerías. El monarca español Felipe IV, por el contrario, con los portugueses nunca empleó este tipo de crueldad, por considerarlos súbditos españoles.
Hoy narraremosla desventura de un modesto carguero portugués apresado en tres ocasiones. Las dos primeras lo fueron por corsarios ingleses pese a ser estos aliados de Portugal y una tercera, por corsarios de Vigo durante la guerra con los británicos.
“El Señor de los Mares” es un bergantín patroneado por el portugués de Camiña, Benito José Salgado que hallándose con su barco en Lisboa, es fletado por un industrial gallego comerciante en vinos para conducir barriles de vino y aguardiente al puerto de La Coruña.
En su diario de a bordo, anota que el bergantín inicia su singladura el 14 de septiembre con buen tiempo. La travesía no se presenta azarosa, pero no ocurre lo mismo con la situación política debido a que las grandes potencias de Europa están enfrentadas. Desafortunadamente pronto tendrá ocasión de comprobarlo. Al día siguiente de navegación, una goleta de guerra británica que merodeaba por la costa portuguesa le apresa. De la goleta corsaria se arría un bote para tomar posesión del bergantín. A bordo, vienen cinco hombres armados al mando de un Cabo de Presa (es el responsable de llevar la nave apresada a puerto) que, con órdenes concretas debe conducirlo prisionero al puerto inglés de Falmount (sic) para examinar su documentación y dilucidar si el cargamento que porta, pertenece a enemigos de la corona o al comerciante portugués tal como reflejan los papeles.


A Inglaterra
Con los ingleses al mando, el bergantín es conducido a Inglaterra a pesar de las protestas y suplicas del capitán portugués para tratar de ablandar al inglés y les dejase en libertad, pero todo resultó inútil.
Navegando próximos a la costa, a la altura de los Bajos de Corrubedo, el bergantín tocó fondo y a punto estuvo de quedar encallado entre las rocas por cuyo motivo comenzó a hacer agua. Y a pesar de dar continuamente a la bomba de achique –señalaba su capitán - la embarcación cada vez hacía más agua pese a los esfuerzos de estancar la nave. A duras penas se conseguía mantenerla a flote, cualquier trabajo resultaba fatigoso e inútil por más que se intensificase la tarea en hacer turnos con las dos bombas.
Para mayor desgracia las escasas reservas de víveres acabaron por agotarse y ante tal cúmulo de desgracias, el Cabo de Presa inglés decide dar por inútil la presa y decide trasladar el mando de la nave al capitán portugués diciéndole que lo condujese al primer puerto más próximo. El portugués puso rumbo Sur con intención de arribar a los puertos de Camiña o Viana.
En su declaración, añadía el portugués, que… navegando a la altura de la Islas de Bayona (Cíes) fueron divisados nuevamente por otra fragata de guerra inglesa que inmediatamente vino a su encuentro y poniéndose al habla con su compatriota el Cabo de Presa, éste le contó lo sucedido y que lo llevaba preso a Inglaterra.
El capitán de la fragata de guerra les obligó a fondear cerca de las islas Cíes permaneciendo en esta situación dos días. Durante ese tiempo, se le pidió que enviase un carpintero calafate que arreglase la avería, pues con seguridad los daños sufridos en Corrubedo eran graves y de no repararlos, el buque se iría a pique. También se le solicitó “nos abasteciese de algunos víveres”, puesto que hacía días apenas teníamos. Ambas cosas les fueron negadas.
Ante la imposibilidad de reparar la avería y viendo el inglés que la presa no le era rentable y las posibilidades de irse a pique eran muchas, decidió abandonarlos a su suerte. “Ambas cosas nos fueron denegadas con el mayor desprecio”- se lamentaba el portugués-“y siempre en tono desconsiderado e insultante, nos dijeron que nos fuésemos con el bergantín a otra parte donde nos diese la gana”.


Capturas frente al Miño
Nuestros protagonistas totalmente desamparados y desfallecidos por el hambre, no pierden el ánimo, realizan grandes esfuerzos para salvar la embarcación, confían en la posibilidad de alcanzar algún puerto portugués pese a tener muy próximo el de Vigo. Pero el destino quiso que la mala suerte les acompañase una vez más. Próximos a la desembocadura del Río Miño, dos buques corsarios españoles el Atrevido y el Arlequín que merodeaban en busca de presas, les capturaron cuando estaban a punto de entrar en Camiña.
Portugueses e ingleses que había a bordo son hechos prisioneros y desembarcados en la playa de Camposancos en La Guardia y conducidos a una casa aislada, teniendo totalmente incomunicados al capitán portugués y Cabo de Presa británico.
El trato dado por los españoles no fue cordial se quejaba una vez más el portugués. En efecto, ni siquiera se les permitió hacer las diligencias de defensa necesarias que suelen hacerse en caso de ser capturados por corsarios. Al cabo de unos días, ambos capitanes fueron conducidos ante el Ayudante de Marina del puerto de Vigo, donde el portugués expondría su aventura y pudiese argumentar su defensa.
La suerte de los ingleses se desconoce. En estos casos, las leyes dictaminaban se les encerrasen. De ahí que lo más probable es que serían encarcelados en las prisiones de A Laxe y puestos en libertad al año siguiente cuando se inicia la guerra de 1808 contra Napoleón, momento que Inglaterra se convierten en nuestra aliada.

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