Luis Torras roza el siglo con un deseo: volver a exponer
El artista, uno de los grandes de la pintura gallega, cumple 99 años activo en su taller
AMAIA MAULEÓN - VIGO Como cada día desde hace más de 70 años, Luis Torras se levantará por la mañana muy temprano. Desayunará, leerá el Faro y hará una tabla de gimnasia ("corta", apunta, pero eficaz porque sube y baja las escaleras de su casa con envidiable agilidad). Después se dirigirá a su luminoso estudio y se pondrá a pintar o a reflexionar sobre la obra que está en marcha. El decano de los artistas vigueses cumple hoy 99 años. Con una envidiable lucidez, no necesita alicientes para situarse cada día frente al lienzo porque no concibe su existencia sin un pincel en la mano. "Lo maravilloso de la pintura es que nunca se termina de aprender", asegura con su largo oficio en la espalda. Así, continúa inagotable ensayando nuevas técnicas, algunas recuperadas del medievo. " Al mezclar los polvos con cuajada consigo que no se alteren los colores con el paso del tiempo", informa. El fresco para la obra de caballete, una técnica especialmente complicada, es una de sus preferidas en este momento.
Aunque para la mayor parte de su tiempo en su estudio, ubicado en su propia vivienda, y siempre con la presencia próxima de su mujer María Jesús€ interlocutora y modelo frecuente€ alguna vez sale a pintar del natural. "Casi me echo a llorar cuando hace poco vi cómo han dejado el Berbés... preferí no volver a pintarlo", asegura el pintor, que ha inmortalizado este barrio de Vigo en numerosos cuadros.
Luis Torras donó lo mejor de su extensa producción al concello de Vigo, que hoy se puede visitar en la Casa das Artes. Para este año a punto de comenzar se propone "hacer balance de las obras que tengo en casa, más de cincuenta, y repararlas o destruir las que ya no me gusten", dice contundente. No sería la primera vez que una obra de Torras veía el fuego. Es tan exigente con su obra que si no está totalmente satisfecho con ella, la quema. "Solo me arrepiento de haber tirado un retrato que, en realidad, era bastante bueno", admite.
Con todas las obras en perfectas condiciones, a Torras le gustaría hacer una exposición. Su última muestra individual fue en 2008. "Creo que merece la pena y lo haría de muy buena gana", afirma. Las galerías "hace años que no las piso, aunque se que tienen cosas interesantes", añade, aunque confiesa que sus artistas más admirados son los clásicos: Velázquez, Goya, El Bosco... "El arte contemporáneo, si es bueno, no tengo nada en contra suyo, pero muchas veces no vale una patata", comenta.
Tampoco tiene ningún interés en vender. "Hoy la gente no tiene dinero para gastar en el arte; prefiero donar los cuadros a algún museo", asegura.
Ese arte clásico lo descubrió Torras en sus años de estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, cuando pasaba los fines de semana paseando por el Museo del Prado. Recuerda este tiempo con mucho cariño aunque pronto se truncó con la guerra. "Como otros estudiantes tenía el carnet de la Federación Universitaria Española". Suficiente para ser condenado. De aquella terrible contienda le quedó para siempre la sordera. "Tengo que arreglar el aparato, no me gusta perderme lo que dicen", se despide.
Aunque para la mayor parte de su tiempo en su estudio, ubicado en su propia vivienda, y siempre con la presencia próxima de su mujer María Jesús€ interlocutora y modelo frecuente€ alguna vez sale a pintar del natural. "Casi me echo a llorar cuando hace poco vi cómo han dejado el Berbés... preferí no volver a pintarlo", asegura el pintor, que ha inmortalizado este barrio de Vigo en numerosos cuadros.
Luis Torras donó lo mejor de su extensa producción al concello de Vigo, que hoy se puede visitar en la Casa das Artes. Para este año a punto de comenzar se propone "hacer balance de las obras que tengo en casa, más de cincuenta, y repararlas o destruir las que ya no me gusten", dice contundente. No sería la primera vez que una obra de Torras veía el fuego. Es tan exigente con su obra que si no está totalmente satisfecho con ella, la quema. "Solo me arrepiento de haber tirado un retrato que, en realidad, era bastante bueno", admite.
Con todas las obras en perfectas condiciones, a Torras le gustaría hacer una exposición. Su última muestra individual fue en 2008. "Creo que merece la pena y lo haría de muy buena gana", afirma. Las galerías "hace años que no las piso, aunque se que tienen cosas interesantes", añade, aunque confiesa que sus artistas más admirados son los clásicos: Velázquez, Goya, El Bosco... "El arte contemporáneo, si es bueno, no tengo nada en contra suyo, pero muchas veces no vale una patata", comenta.
Tampoco tiene ningún interés en vender. "Hoy la gente no tiene dinero para gastar en el arte; prefiero donar los cuadros a algún museo", asegura.
Ese arte clásico lo descubrió Torras en sus años de estudiante en la Escuela de Bellas Artes de San Fernando, cuando pasaba los fines de semana paseando por el Museo del Prado. Recuerda este tiempo con mucho cariño aunque pronto se truncó con la guerra. "Como otros estudiantes tenía el carnet de la Federación Universitaria Española". Suficiente para ser condenado. De aquella terrible contienda le quedó para siempre la sordera. "Tengo que arreglar el aparato, no me gusta perderme lo que dicen", se despide.
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