Piratas y anarquistas
La Cofradía de los Hermanos de la Costa, una sociedad libre y sin autoridades, asoló el Caribe en el XVI.
Los grabados del ilustrador Howard Pyle son de los pocos que muestran con fidelidad la realidad pirata.
El declive del imperio español generó el aumento de la piratería
Fue una época brutal y sanguinaria, en la que los piratas incluso lograron establecer su propia base en la isla de Tortuga, frente a las costas de La Española, actual Haití. Aunque son muchas las leyendas y pocos los documentos, sabemos que realmente existieron, gracias al testimonio directo de Alexander Esquemelin, el llamado médico de los piratas. Los bucaneros se dedicaron inicialmente al contrabando, cazaban vacas y cerdos salvajes para venderlos a los barcos que navegaban en el Caribe. "España se aferró en la vana empresa de impedir todo contacto entre sus colonias y el extranjero, obligándolas a comerciar exclusivamente con la metrópoli, sin tener en cuenta que no disponía de medios que le permitieran abastecer a las poblaciones coloniales", escribe el historiador inglés Phillip Gosse. El declive del imperio español y las nuevas colonias generaron el gran aumento de la piratería. Los corsarios pasaron de atacar a los barcos españoles a atacar naves y ciudades de todas las naciones y no solo en América, sino también en Asia y África.
Al contrabando se apuntaron delincuentes, galeotes, desertores y otros proscritos segregados de la sociedad, los filibusteros, practicantes del pillaje, "habitantes promiscuos, que bebían y mantenían un comercio que los enriquecía", según el historiador Peña Battle. El punto estratégico de los asaltos tenía lugar en La Española, lugar de paso obligado para los barcos que van y vienen entre Europa y el Caribe.
La Cofradía asaltaba sin mirar la nacionalidad o la religión
De borrachos y delincuentes
Con el tiempo, los piratas "pasaron de simples ladrones a tener principios", explica Fuster. Nació así la Cofradía de los Hermanos de la Costa, cuya primera consigna era "libertad y botín". Después, eligieron a sus jefes y organizaron cómo debían ser los asaltos. Joseph Conrad y Herman Melville se rindieron a su arte. "¿Sería posible que robaran y asesinaran un día, se entregaran a las orgías al siguiente y descansaran después, convirtiéndose en filósofos meditabundos, poetas bucólicos, constructores de divanes?", se pregunta Melville.
Aunque los piratas de la Cofradía tienen "tanta historia como leyenda, alimentada por la literatura del romanticismo", hay quien ve en ella el inicio del anarquismo. No solo eran apátridas: rechazaban cualquier código penal y la propiedad privada. No admitían a mujeres, aunque sí permitían a nativas, esclavas y prostitutas, porque no alteraban la vida cotidiana "al no ser proclives a la formación de familias". Acogieron a negros y blancos, ilustrados y analfabetos, aventureros y criminales, hombres libres y esclavos, dispuestos a la cruel vida de los mares.
Tras el fin de la Cofradía, hacia 1700, víctimas del asedio de las potencias imperiales, los filibusteros cambiaron de actitud. Individualistas ahora, "comienzan a trabajar por libre, para quienes fletan sus expediciones e incluso montando sus propias empresas comerciales", explica Fuster. La solidaridad pirata había terminado.
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