Una campaña electoral en la que los partidos con más presencia mediática o no están, o acaban de llegar, resulta por lo menos atípica, sobre todo cuando esa presencia se la dan, hasta la sobredosis, sus más directos rivales.
Conscientes por fin de haber perdido la confianza de la masa electoral, la cabezas visibles del bipartidismo tratan de recuperar posiciones frente a los avances de Podemos por la izquierda (se supone) y Ciudadanos por la derecha (se sabe) formaciones acosadas y bombardeadas desde todos los ángulos del poder bicéfalo. El que fuera tercero en la discordia IU se descompone se fragmenta y se descoloca mostrando una fragilidad que proviene, entre otras cosas, del dominio del aparato del PC, descabezado también y experimentado verdugo de cualquier disensión interna en nombre de un centralismo democrático que tiene más de lo primero que de lo segundo. La herencia del gran hermano Stalin sigue asomando el colmillo retorcido aunque sus más caducos representantes hayan sido desplazados, quitados de en medio de momento, para dar paso a una nueva y un tanto ilusa nueva generación llamada para limpiar sus siglas y airear esa casa común que huele a rancio.
A Podemos y a Ciudadanos les están haciendo campaña sus enemigos (que hablen de mí aunque sea bien) pero también hay quien mete baza en este concurso de desafueros para obtener su hueco en los telediarios que acogieron con fruición las declaraciones del candidato de Vox (Ultravox) por Andalucía sobre la islamización que según su insano criterio pretende llevar a cabo Pablo Iglesias y que culminaría con la defenestración de todos los homosexuales de Al Andalus desde la torre de La Giralda. Disparates y despropósitos para todos en el aperitivo de la temporada electoral, grandes rebajas en Podemos con Pablo Iglesias como amado líder y déspota ilustrado en ciernes controlando una formación nacida (también es un suponer) para el pluralismo en la que cualquier tipo de culto a la personalidad debería ser descartado. Pero así funciona la mecánica de nuestra joven y caduca democracia. Como recordaba el añorado maestro García Calvo, la democracia sería el poder del pueblo pero el pueblo no quiere el poder, quiere (añado de mi cosecha) poder hacer las cosas de otra manera.